lunes, 25 de julio de 2011

El origen de todo...

La oscura noche se iluminaba de manera intermitente gracias a los relámpagos que estallaban aquí y allá a cada momento.
El cielo cubierto de nubes había adquirido un extraño tono blancuzco, que sólo podía augurar tormenta segura en cualquier momento.
Y ahí estaba yo, corriendo por las calles solitarias sin detenerme a pensar en mi seguridad o en la hora que era. Estaba peligro, lo sabía. Nunca nadie andaba a esas horas de la noche caminando por la calle. Menos aún, corriendo en dirección al río.


Todos los que habíamos nacido en la ciudad, o que llevábamos buenos años de nuestra vida allí, sabíamos la regla de oro: “Luego del atardecer nadie puede cruzar el río”.
Las autoridades habían llegado incluso, en afán de hacer respetar la ley, a colocar puertas enrejadas en todos los puentes que comunicaban el lado norte de la ciudad con el bosque, dos terrenos separados tan sólo por el brazo de agua que se movía feroz en noches como ésta, con la tormenta llamando a la puerta.
Sabía que estaba rompiendo las reglas, pero no podía detenerme a considerar el castigo que recibiría, sólo era capaz de seguir corriendo en dirección al río.

El agua se agitaba furiosa y en las laderas del río, llegaba a superar el límite y rebalsar hacia los lados. Ni siquiera presté atención a eso. Tenía que reunir fuerzas suficientes como para trepar las rejas, escabullirme dentro del puente colgante, recorrer la distancia que representaba el lateral del río y alcanzar la otra orilla. No había tiempo que perder… él me necesitaba.

Lucas me había llamado hacía tan sólo unos minutos. Por tomar una ruta alternativa para llegar a la ciudad, había terminado afuera del bosque y caminando por el límite, había logrado arribar junto al río, tratando de hallar una manera de alcanzar la zona urbana.
Con las barreras cerradas y sabiendo del peligro que eso representaba, Lucas iba directo a la boca del lobo. Sí… él solito se había metido de cabeza en terreno prohibido para todo humano. Si la bestia lo encontraba primero, nada quedaría de mi novio.

Llegué al puente ya sin aire y con pocas energías. Había recorrido media ciudad a pique fuerte y ahora sentía que mis pulmones estallarían de un momento a otro.
Trepar las rejas fue sencillo, comparado con el trabajo que significó correr por el puente de cimbra que se zarandeaba a un lado y otro en respuesta a mis pasos veloces.
Cuando pisé tierra firme, en el preciso momento en que me descubrí ya del lado del bosque, no pude evitar estremecerme. Algo había en ese lugar, la bestia era real, aunque no conocía a nadie que la hubiese visto; era real, de eso estaba segura. ¿Qué necesidad había, sino, de hacer cumplir la ley máxima?


Procurando recuperar la respiración normal, caminé temerosa por la oscura ladera, cuidando de no tropezar con las raíces de los árboles externos y tratando de ubicar a mi novio.
No podía utilizar mi teléfono móvil, en aquella zona no había ningún tipo de señal… sólo me quedaba tratar de buscarlo atendiendo a sus últimas explicaciones.Un sonido suave, como de leves y furtivas pisadas me hizo detener.
Miré a mis espaldas, pensando que fuera lo que fuera, atacaría por la retaguardia.
Todas las leyendas indicaban que la bestia paseaba por el corazón mismo del bosque, haciendo más seguro el paso por las afueras, pero no podía fiarme de nada… Lucas me preocupaba, estaba asustada por él.
Tragué saliva y me sequé el sudor de la frente con los puños de mi abrigo, mientras retomaba camino a paso rápido.
Unos momentos más tarde, el sonido claro de pasos fuertes y seguros me obligó a detenerme una vez más.
El suelo vibraba, como si pequeños temblores sacudieran todo. Podía ver las copas de los árboles moviéndose hacia los lados, haciendo eco del estremecimiento que padecía la tierra.

-¿Qué haces aquí? –cuestionó una voz grave, cargada de autoridad.
Sin que me hubiese percatado de su presencia, un muchacho de apariencia extraña se había acercado a mí y me observaba con cierto enojo que no podía entender.
-Yo…
-No puedes estar aquí. Debes irte –su mirada profunda y brillante, de un imposible tono verde, me taladraba con fiereza.
Parecía humano, pero había algo en él, algo en la forma de sus manos, cuyas uñas largas parecían afiladas y peligrosas garras; algo en sus cabellos, que asemejaban el tupido follaje de un sauce. Algo en él, definitivamente no era humano. Sus ojos, semejantes a los de un animal, me escrutaban con impaciencia.
-Ya me escuchaste. Debes irte -repitió, exasperado ante mi quietud.
-No… no puedo hacerlo. Busco a mi novio, él se equivocó, tomó mal el camino y está aquí, me llamó hace un rato… -balbuceé nerviosa.


El extraño me miró entrecerrando los ojos, mientras hacía crujir los huesos de sus manos.
-Ese humano ya cruzó el puente, yo mismo le ayudé a pasar. Vete por donde viniste… - no alcanzó a terminar la frase, un nuevo temblor sacudió la zona mientras una especie de rugido ensordecedor rompía el silencio de la noche.
-¡Elián! -gritó alguien a los lejos- ¡Goar escapa!
El muchacho que tenía frente a mí olfateó el aire y gruñó, mientras apretaba fuerte los puños.
-Niña, vete ya mismo. Tengo que volver, los demás me necesitan… -dijo mientras comenzaba a caminar hacia lo profundo del bosque- Vamos, cruza el puente, nadie te hará daño. La bestia está cercada y esta noche ha llegado su hora, caerá al fin.
Antes de que pudiese replicarle nada, el desconocido desapareció en la oscuridad absoluta de los árboles que contrastaba con el blanco y tormentoso cielo.

Sin saber muy bien cómo, emprendí el regreso. Esta vez, al puente lo recorrí a paso lento, mientras escuchaba aquel rugido grave una y otra vez, cortando la mudez que intentaba imperar.
Ya del lado de la ciudad, sonó mi móvil. Era Lucas. Estaba bien, sano y salvo y hablaba veloz y atropelladamente, intentando explicarme su caminata por el bosque y su encuentro con un extraño muchacho que respondía al nombre de Elián…


~*~*~*~*~

"Pasos en el Bosque" nació luego de haber tenido unos 30 sueños todos relacionado entre sí, en una extraña secuencia...
Este relato que les muestro hoy, narra mi primer sueño, mi primer encuentro con Elián, el protagonista de la novela. 
Luego de esa noche, durante varios meses volví a soñar con Elián y descubrí poco a poco su secreto, la verdad de su extraña apariencia y el trabajo que realizaba en el bosque.
Ese primer sueño fue el origen de todo, el comienzo de la historia.
Porque antes que nada, yo pude escucharlo... y ustedes, ¿ya oyeron los Pasos en el Bosque?




Nos estamos leyendo!

2 comentarios:

  1. Qué escalofriante y emocionante a la vez!! Está genial esta presentación de la historia.

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  2. Esto es impresionante Erze, que interesante lo que nos has ofrecido el día de hoy.

    Creo que el punto no sólo es tener sueños, sino saber como aterrizarlos, por ejemplo, en el papel; tu tienes un gran talento para eso y te felicito por ello amiga. Un beso enorme, me he encontrado con un relato lleno de suspenso.

    Suerte con los pasos!

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